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En el distrito de San Antonio, Moquegua, la comunidad está escribiendo una nueva historia. Dos iniciativas paralelas están transformando el espacio urbano y la vida de sus habitantes, tejiendo una red de sostenibilidad que crece, literalmente, en sus patios y aceras.

Anglo American Perú

La primera transformación se ve al caminar. Donde antes el paisaje era distinto, hoy una hilera de jóvenes árboles de molle serrano ofrece sombra y un nuevo aire a la Vía Binacional.

Este corredor verde, que cubre cerca de 300 metros, es el resultado de una alianza. Los más de mil plantones que hoy adornan el distrito tienen un origen especial: fueron cultivados en el invernadero inteligente de Quellaveco y donados por Anglo American en coordinación con las autoridades municipales y regionales para embellecer la ciudad.

Pero, más allá de la belleza natural, su verdadero valor reside en quiénes los cuidan: brigadas de escolares, vecinos organizados y el Gobierno local se han unido en una brigada ciudadana por el medio ambiente. No se trata solo de plantar árboles nativos, sino de crear un pacto colectivo para proteger y darle un pulmón verde al distrito.

Mientras estos árboles echan raíces, otra revolución verde florece. En los techos y patios de 150 familias de San Antonio y Chen Chen, la agricultura se ha convertido en una práctica de autosuficiencia urbana, gracias al proyecto de agricultura urbana que Anglo American lleva a cabo en la zona. Con mangas colgantes y camas horizontales, y equipadas con las herramientas necesarias, estas familias han aprendido a dominar el espacio limitado para cultivar sus propias hortalizas y frutas.

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Detrás de cada lechuga, tomate o hierba aromática que siembran en sus hogares hay un conocimiento nuevo. A través de talleres prácticos impulsados por la compañía, los vecinos han aprendido técnicas de cultivo, manejo de plagas y alimentación balanceada, convirtiendo cada uno de sus balcones en una mini granja. Pero el impacto trasciende lo productivo: el programa incluye un seguimiento nutricional para que estas cosechas no solo llenen las macetas de los vecinos, sino también que fortalezcan su dieta diaria.

Es un círculo virtuoso donde se siembra un alimento, se cosecha salud y se promueve un consumo consciente y responsable.

San Antonio respira y se alimenta de un nuevo modo. La forestación de las calles y la conversión de los patios en huertos son las dos caras de una misma moneda: la construcción de un futuro más sostenible y resiliente, donde la comunidad es la protagonista absoluta de su propio crecimiento.