En el mundo se llevan a cabo actualmente diversos esfuerzos para detener el calentamiento global, fenómeno que está provocando una serie de cambios en los patrones meteorológicos de la Tierra, llevándonos a climas extremos.
La ciencia coincide en que el calentamiento global se produce por los gases de efecto invernadero en la atmósfera. El principal de ellos, el dióxido de carbono, procede en gran parte del sector energético y del uso de combustibles fósiles como la gasolina y el diésel.
Por ello, los expertos apuntan que la transición energética es de suma importancia para combatir el cambio climático. Dicho proceso busca pasar de un sistema energético que se basa principalmente en los combustibles fósiles a uno de bajas emisiones o sin emisiones de carbono, basado en fuentes renovables de energía.
Y es allí donde el cobre desempeña un papel vital pues es uno de los metales que conduce mejor la electricidad, además de tener resistencia a la corrosión y flexibilidad. Y por ello es un insumo y componente clave de aquellas instalaciones donde se captan y producen energías renovables.
Por ejemplo, una central de generación de fuente térmica convencional, que usa combustibles fósiles, requiere de alrededor de una tonelada de cobre en sus turbinas para producir un megawatt de electricidad, mientras que una de fuente eólica necesita de 3 a 5 toneladas por megawatt.